Michel Foucault “La verdad y las formas
jurídicas”.
En primer lugar se trata de una
investigación estrictamente histórica, o sea: ¿cómo se formaron dominios de saber
a partir de las prácticas sociales? La cuestión es la siguiente: existe una
tendencia que podríamos denominar marxista académica, que consiste en buscar
cómo las condiciones económicas de la existencia encuentran en la conciencia de
los hombres su reflejo o expresión. Foucault dice que esta forma de análisis tiene
un defecto muy grave: el de suponer, en el fondo, que el sujeto humano, el
sujeto de conocimiento, las mismas formas del conocimiento, se dan en cierto
modo previa y definitivamente, y que las condiciones económicas, sociales, y
políticas de la existencia no hacen sino depositarse o imprimirse en este
sujeto que se da de manera definitiva.
Foucault propone mostrar cómo es
que las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no
sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen
nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. El
mismo sujeto de conocimiento posee una historia, la relación del sujeto con el
objeto; o más claramente la verdad misma tiene una historia.
Intenta mostrar en particular
cómo puede formarse en el siglo XIX, un cierto saber del hombre, de la
individualidad, del individuo normal o anormal, dentro o fuera de la regla;
saber éste que, en verdad, nació de las prácticas sociales de control y
vigilancia. Y cómo de alguna manera, este saber no se le impuso a un sujeto de
conocimiento, no se le propuso ni se le imprimió, sino que hizo nacer un tipo
absolutamente nuevo de sujeto de conocimiento. Podemos decir entonces que la
historia de los dominios de saber en relación con las prácticas sociales,
excluida la preeminencia de un sujeto dado definitivamente es lo que Foucault
investiga.
Otro tema que Foucault propone es
metodológico, al que llama análisis de los discursos. Afirma que existe una
tendencia a tratar el discurso como un conjunto de hechos lingüísticos ligados
entre sí por reglas sintácticas de construcción. Afirma que ha llegado el
momento de considerar estos hechos del discurso ya no simplemente por su
aspecto lingüístico sino, en cierto modo como juegos, juegos estratégicos de
acción y reacción, de pregunta y respuesta, de dominación y retracción, y
también de lucha. El discurso es ese conjunto regular de hechos lingüísticos en
determinado nivel, y polémicos y estratégicos en otro. Este análisis del
discurso como juego estratégico y polémico es otro tema investigado por
Foucault.
Por último, habla de una
reelaboración de la teoría del sujeto. Esta teoría ha sido modificada por el
psicoanálisis, que fue la práctica y la teoría que replanteó de la manera más
fundamental la prioridad conferida al sujeto, que se estableció en el
pensamiento occidental a partir de Descartes.
Analiza que en la filosofía
occidental de hace dos o tres siglos se postulaba al sujeto como fundamento,
como núcleo central de todo conocimiento, como aquello en que no sólo se
revelaba la libertad sino que podía hacer eclosión la verdad. Es el
psicoanálisis, según Foucault, el que pone enfáticamente en cuestión esta
posición absoluta del sujeto. Pero aclara que en el dominio de lo que podría
llamar teoría del conocimiento, o en el de la epistemología, la historia de las
ciencias, la teoría del sujeto siguió siendo muy filosófica (kantiana o
cartesiana).
Foucault plantea que sería
interesante intentar ver cómo se produce, a través de la historia, la
constitución de un sujeto que no está dado definitivamente, que no es aquello a
partir de lo cual la verdad se da en la historia, sino de un sujeto que se
constituyó en el interior mismo de ésta y que, a cada instante, es fundado y
vuelto a fundar por ella.
El autor habla que la concepción
tradicional del sujeto desde el punto de vista filosófico –tradición universitaria
o académica del marxismo- aún continua. Foucault dice que debe llevarse a cabo:
la constitución histórica de un sujeto de conocimiento a través de un discurso
tomado como un conjunto de estrategias que forman parte de las prácticas
sociales.
Entre las prácticas sociales
en las que el análisis histórico permite localizar la emergencia de nuevas
formas de subjetividad, las prácticas jurídicas, o más precisamente las
prácticas judiciales están entre las más importantes.
Foucault habla de dos
historias de la verdad: la primera es una especie de historia interna
de la verdad, que se corrige partiendo de sus propios principios de regulación:
es la historia de la verdad tal como se hace en o a partir de la historia de
las ciencias. Pero por otra parte en la sociedad hay otros sitios en los que se
forma la verdad, allí donde se definen un cierto número de reglas de juego, a
partir de las cuales vemos nacer ciertas formas de subjetividad, dominios de objeto,
tipos de saber y, por consiguiente, podemos hacer a partir de ello una historia
externa, exterior, de la verdad.
Las prácticas judiciales –la
manera en que, entre los hombres, se arbitran los daños y las
responsabilidades, el modo en que, en la historia de Occidente, se concibió y
definió la manera en que podían ser juzgados los hombres en función de los
errores que habían cometido, la manera en que se impone a determinados individuos
la reparación de algunas de sus acciones y el castigo de otras, todas esas
reglas o, si se quiere todas esas prácticas regulares modificadas sin cesar a
lo largo de la historia- cree que son algunas de las formas empleadas por
nuestra sociedad para definir tipos de subjetividad, formas de saber, y en
consecuencia, relaciones entre el hombre y la verdad que merecen ser
estudiadas.
Foucault se propone desarrollar
las formas jurídicas, y por consiguiente su evolución en el campo del derecho
penal como lugar de origen de un determinado número de formas de verdad. Trata de
demostrar como ciertas formas de verdad pueden ser definidas a partir de la
práctica penal.
Habla de la indagación como
una forma muy característica de la verdad en nuestras sociedades. Ahora bien, ¿dónde
encontramos el origen de la indagación? Se halla en una práctica política y
administrativa, pero además en la práctica judicial. La indagación nació en la
edad media. Fue para saber quién hizo que cosa, en qué condiciones y en qué
momento, que Occidente elaboró las complejas técnicas de indagación que casi en
seguida pudieron ser empleadas en el orden científico y en la reflexión filosófica.
Foucault sostiene que en el siglo
XIX se inventaron también a partir de problemas jurídicos, judiciales y
penales, formas de análisis muy curiosas que llamaría examen y no indagación. Estas
formas de examen dieron origen a la Sociología, la Psicología, la psicopatología,
la criminología, el psicoanálisis. Foucault
intenta explicar cómo, al investigar el origen de estas formas, se ve que
nacieron en conexión directa con la formación de un cierto número de controles
políticos y sociales, en los inicios de la sociedad capitalista, al final del
siglo XIX.
Foucault sigue a Nietzsche porque
en él se encuentra un tipo de discurso en el que se hace el análisis histórico
de la formación misma del sujeto, el análisis histórico de un cierto tipo de
saber, sin admitir jamás la preexistencia de un sujeto de conocimiento.
Foucault sigue a Nietzsche:
Nietzsche emplea la palabra “invención”,
y cuando la emplea tiene en mente una palabra que opone a invención, y es la
palabra “origen”. Es decir cuando dice “invención” es para no decir “origen”.
Nietzsche sostiene que es falso
admitir que la religión tiene origen (al contrario de Schopenhauer) porque no
está “dada” sino que es inventada, ya que en algún momento de la historia algo
sucedió que la hizo aparecer. La religión fue fabricada, no existía con
anterioridad.
También afirma que la poesía fue
inventada. Asimismo el ideal fue inventado. Agrega que la invención es,
por una parte una ruptura, y por otra algo que posee un comienzo pequeño, bajo,
mezquino, inconfesable. Fue debido a oscuras relaciones de poder que se inventó
la religión y la poesía. Es debido a ir de pequeñez en pequeñez que finalmente
se formaron las grandes cosas.
El conocimiento fue por lo tanto
inventado. Es decir no tuvo origen, o sea que el conocimiento no está en
absoluto inscrito en la naturaleza humana. El conocimiento no constituye el
instinto más antiguo del hombre, o a la inversa, no hay en el comportamiento
humano, en los apetitos, en el instinto humano, algo que se parezca a un germen
del conocimiento. Dice Nietzsche que el
conocimiento está relacionado con los instintos, el conocimiento es simplemente
el resultado del juego, el enfrentamiento, la confluencia, la lucha y el
compromiso entre los instintos. Es precisamente
debido a que los instintos chocan entre sí, se baten y llegan finalmente al
término de sus batallas, que hay un compromiso y algo se produce. Este algo
es el conocimiento.
Por lo tanto para Nietzsche, el
conocimiento es de la misma naturaleza que los instintos, no es otra cosa que
su refinamiento. El conocimiento tiene por fundamento, o punto de partida a los
instintos pero sólo en tanto éstos se encuentran enfrentados unos a los otros,
confrontados. Así el conocimiento es el resultado de esta confrontación, un
efecto de superficie. Este efecto de superficie no está delineado de antemano
en la naturaleza humana, el conocimiento actúa frente a los instintos, encima o
en medio de ellos; los comprime, traduce un cierto estado de tensión o
apaciguamiento entre los instintos. Pero agrega que el conocimiento no puede
ser deducido analíticamente, según una especie de derivación natural; en el
fondo no forma parte de la naturaleza humana, es la lucha, el combate, el
resultado del combate y consecuentemente el producto del azar. El conocimiento no es instintivo, es
contra-instintivo; e igualmente no es natural, es contra-natural.
Así se concluye que el
conocimiento es una invención, y no tiene origen.
Asimismo Nietzsche afirma que hay
tanta diferencia entre el conocimiento y el mundo a conocer como existe entre
el conocimiento y la naturaleza humana. Tenemos entonces una naturaleza humana,
un mundo, y entre ambos algo que se llama conocimiento, no habiendo entre ellos
ninguna afinidad, semejanza o incluso lazo de naturaleza.
Nietzsche afirma “por su carácter
el mundo se parece a un caos eterno; ello no se debe a la ausencia de
necesidad, sino a la ausencia de orden, de encadenamiento, de formas, de
belleza y de sabiduría”. Foucault agrega que el mundo no busca en absoluto
imitar al hombre, ignora toda ley. Así, el conocimiento ha de luchar contra un
mundo sin orden, sin encadenamiento, sin formas, sin belleza, sin sabiduría,
sin armonía, sin ley. El conocimiento se relaciona con un mundo como éste y no
hay nada en él que lo habilite a conocer ese mundo, ni es natural a la
naturaleza ser conocida.
Y así como entre el instinto y el
conocimiento encontramos no una continuidad sino una relación de lucha,
dominación, subordinación, compensación, etc., de la misma manera vemos que
entre el conocimiento y las cosas que éste tiene que conocer no puede haber
ninguna relación de continuidad natural. Sólo puede haber una relación de
violencia, dominación, poder y fuerza, una relación de violación.
Destaca Foucault una doble
ruptura que produce el análisis de Nietzsche respecto a la filosofía
occidental:
-
la primera se da entre el conocimiento y las
cosas: ciertamente, desde Descartes, para no ir más allá, y aún Kant, Dios es
ese principio que asegura la existencia de una armonía entre el conocimiento y
las cosas a conocer.
Foucault sostiene
que si no existe más relación entre el conocimiento y las cosas a conocer, si
la relación entre éste y las cosas conocidas es arbitraria, relación de poder y
violencia, la existencia de Dios en el centro del sistema de conocimiento ya no
es indispensable. Nietzsche se pregunta ¿Cuándo cesaremos de ser
oscurecidos por todas esas sombras de Dios? ¿Cuándo conseguiremos desdivinizar
completamente a la naturaleza? La ruptura de la teoría del conocimiento con la
teología comienza, estrictamente hablando, con el análisis de Nietzsche.
-
En segundo lugar Foucault sostiene que si es
verdad que entre el conocimiento y los instintos –todo lo que hace, todo lo que
trama el animal humano- hay solamente ruptura, relaciones de dominación y
subordinación, relaciones de poder, quien
desaparece entonces no es Dios sino el sujeto en su unidad y soberanía. Entonces
la unidad del sujeto humano no es necesaria; podemos admitir sujetos, o bien
que el sujeto no existe.
Ahora bien, cuando Nietzsche dice
que el conocimiento es el resultado de los instintos pero no es él mismo un
instinto ni deriva directamente de los instintos, ¿qué quiere decir exactamente,
cómo se concibe este curioso mecanismo por el cual los instintos, sin tener relación
alguna de naturaleza con el conocimiento, pueden por su simple juego, producir,
fabricar, inventar un conocimiento que nada tiene que ver con ellos?
Foucault sigue a Nietzsche:
Hay un texto de Nietzsche
titulado “Qué significa conocer”: retoma un texto de Spinoza, quien sostiene
que si queremos comprender las cosas, efectivamente, en su propia naturaleza y
su esencia y por lo tanto, en su verdad, es necesario que nos abstengamos de
reír de ellas, de deplorarlas o detestarlas. Nietzsche dice que eso no solo no
es verdad sino que sucede exactamente lo contrario. Afirma que comprender no es más que un juego, o mejor, el resultado de cierto
juego, composición o compensación reír, deplorar y detestar.
Nietzsche dice que sólo
comprenderemos porque hay como fondo del comprender el juego y la lucha de esos
tres instintos, esos tres mecanismos o pasiones que son reír, deplorar y detestar
(odio). En relación con esto, dice Foucault, hay que considerar:
-
Esas tres pasiones o impulsos –reír, detestar y
deplorar- tienen en común el ser una manera no de aproximarse al objeto o
identificarse con él, sino al contrario, se trata de conservar el objeto a distancia: de romper con él, de protegerse de
él por la risa, desvalorizarlo por la deploración, alejarlo y finalmente
destruirlo por el odio. Habla de maldad radical del conocimiento.
-
Estos impulsos son todos del orden de las demás
relaciones: Nietzsche no coloca una especie de afección, impulso o pasión que
nos haría gustar del objeto a conocer sino, por el contrario, impulsos que nos
colocan en posición de odio, desprecio o temor delante de cosas que son
amenazadoras y presuntuosas.
-
Estos tres impulsos llegan a producir
conocimiento porque luchan entre sí, se confrontan, se combaten, intentan, dice
Nietzsche, perjudicarse unos a otros. Es porque están en estado de guerra, que
llegan a una especie de estado, en finalmente el conocimiento aparecerá como “la centella que brota del choque entre dos
espadas”.
-
Nietzsche coloca en el núcleo, en la raíz del
conocimiento, algo así como el odio, la lucha, la relación de poder.
-
¿Qué cosa
sería el conocimiento? Para saber qué es, para aprehenderlo en su raíz,
debemos aproximarnos a él no como filósofos, sino como políticos, debemos
comprender cuáles son las relaciones de lucha y de poder. Es decir, sólo
analizando la manera como se odian los hombres, luchan, procuran dominarse unos
a otros, quieren ejercer relaciones de poder unos sobre otros, comprenderemos
en que consiste el conocimiento.
-
Nietzsche habla del carácter perspectivo del
conocimiento, quiere señalar el hecho de que sólo hay conocimiento bajo la
forma de ciertos actos que son diferentes entre sí y múltiples en su esencia,
actos por los cuales el ser humano se apodera violentamente de ciertas cosas,
reacciona a ciertas situaciones, les impone relaciones de fuerza. O sea, el
conocimiento es siempre una cierta relación estratégica en la que el hombre
está situado. Es precisamente esa relación estratégica la que definirá el
efecto del conocimiento y, por esta razón, sería totalmente contradictorio
imaginar un conocimiento que no fuese en su naturaleza obligatoriamente
parcial, oblicuo, perspectivo. Este carácter perspectivo del conocimiento no
deriva de la naturaleza humana sino siempre del carácter polémico y estratégico
del conocimiento.
-
Nietzsche sostiene que el conocimiento es al
mismo tiempo lo más generalizante y lo más particularizante. El conocimiento
esquematiza, ignora las diferencias, asimila las cosas entre sí, y cumple su
papel sin ningún fundamento en verdad. Por ello el conocimiento es siempre
un desconocimiento. Por otra parte es siempre algo que apunta, maliciosa y
agresivamente, a individuos, cosas, situaciones. Sólo hay conocimiento en la
medida en que se establece entre el hombre y aquello que conoce algo así como
una lucha singular, un duelo.
Foucault habla de la ideología:
En los análisis marxistas
tradicionales la ideología es presentada como una especie de elemento negativo
a través del cual se traduce el hecho de que la relación del sujeto con la
verdad, o simplemente la relación de conocimiento, es perturbada, oscurecida,
velada por las condiciones de existencia, por relaciones sociales o formas
políticas impuestas, desde el exterior, al sujeto del conocimiento. La ideología
es el estigma de estas relaciones políticas o económicas de existencia aplicado
a un sujeto de conocimiento que, por derecho, debería estar abierto a la
verdad.
Foucault dice que las condiciones
políticas y económicas de existencia no son un obstáculo para el sujeto de
conocimiento sino aquello a través de lo cual se forman los sujetos de
conocimiento, y en consecuencia las relaciones de verdad. Sólo puede haber
ciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad, dominios de saber,
a partir de condiciones políticas, que son como el suelo en que se forman el
sujeto, los dominios de saber, y las relaciones con la verdad.
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